lunes, 18 de febrero de 2013

La semilla


Hace ya 12 años que cambié de traje. Decidí no quedarme cogido al obelisco de mi Buenos Aires querido, llorando un tango y viendo como todo lo que había logrado en esos mozos 35 años de vida se iba por el desagüe de a poco. Tenía un traje de empresario de una modesta Pyme de informática y, como muchos otros compañeros, veía que estábamos por chocar el Titanic contra el Iceberg de la crisis financiera. Eran los comienzos del 2001 en Argentina y no teníamos ni siquiera a Leonardo Di Caprio para que pudiera salvarnos en una balsa. Fue entonces cuando me planteé cambiar ese traje de empresario por uno más modesto, el mismo que usaron mis abuelos, dejando atrás su terruño, su gente, sus aromas, sabores y se animaron a cruzar el gran charco.

Ellos, con mucha menos formación, con medios más básicos y, como se suele decir, con una mano detrás y otra delante, decidieron apostar por la semilla de la esperanza para germinarla en tierras que no conocían, en una época donde los medios de comunicación más avanzados eran los telégrafos y el viejo correo postal. Mis motores fueron estas dos razones: la primera, si ellos pudieron con menos recursos y medios, ¿cómo no podría yo hacerlo con mi formación y todo lo que me ofrecía el siglo XXI?; la segunda, mis abuelos se fueron de este mundo soñando volver a ver su tierra, ¿podría yo cerrar ese círculo y cumplir sus sueños pisando ese terruño del que tanto había escuchado?, ¿me encontraré con sus recuerdos, gentes, aromas y sabores desconocidos por mi, pero grabados con fuego en mis genes? Me dispuse como ellos: cogí un buen puñado de esas semillas, me calcé con mucho orgullo ese modesto traje, el mismo que llevaron hasta el final de sus maravillosas vidas, “El traje del emigrante” y me vine para empezar como ellos, de cero.

Gracias a mis abuelos, como expuse en un post anterior, y en parte a mis amigos que me animaron, desarrollé y sigo desarrollando una pasión por los sentidos: cómo interactúan en nuestra memoria sensorial y cómo se reflejan en nuestro modo de vida. Actualmente mi nueva profesión y constantes estudios me llevan a probar y analizar diversos productos, centrándome este último tiempo en bebidas, destilados, infusiones y maceraciones. Imparto también algunas formaciones y catas profesionales, dejando el resto de mi tiempo a escribir una guía catálogo, utilizando las muestras que me llegan directamente de los productores y mercados de diversos puntos del globo, colaborando con ellos en la selección de tés y blends.

Hoy tengo 47 años, y por suerte, no dejo de formarme y compartir con ustedes de alguna manera aquellos temas que son “Para mimar los sentidos”. Tuve la suerte de trabajar con estupendas empresas del retail, donde completé y consolidé mi experiencia en temas como marketing, visual, formación y motivación en técnicas de venta para empleados y franquicias.

Hasta ahora, en este blog traté de ayudarles “Para mimar los sentidos”, pero por más que lo intento no puedo estar ajeno a lo que está pasando día a día. Veo con mucha tristeza cómo muchas pequeñas tiendas de toda la vida, seguramente aquellas donde compraron mis abuelos, van echando el cierre. También otras donde ponen mucho empuje por mantenerse a flote, con la que está cayendo, y muchos pequeños emprendedores que hipotecan lo que no tienen por plantar esa semilla de la esperanza para buscar una salida.

Desde aquí, les propongo modestamente asesorarles y colaborar a partir de este momento. Para todos aquellos que tienen una tienda o pequeña empresa que precisen una mano. Les dejo mi correo personal para ponernos en contacto. Podemos programar catas, formación o asesoramiento, tanto para los empleados como para vuestros clientes. Para mi seguirá siendo una manera de mimar los sentidos y ver como esa simple semilla germina y da sus frutos.